No recuerdo qué hora era. Tampoco quiero hacerlo. Fuera la hora que fuese
sabía que era tarde, muy tarde, pero sólo en aquel momento pude dormirme. Y
sólo cuando desperté a la mañana siguiente me di cuenta de que todo aquello había
sido un simple sueño…
Caminaba por una calle oscura, era muy tarde, quizás las dos o las tres de
la mañana. Mi mayor miedo me perseguía: era el olvido. Se acercaba por detrás,
quería alcanzarme y dejarme sin nada ni nadie. Su único objetivo era robarme
todo aquello que una vez me había hecho feliz, quería robarme mis motivos para
sonreír y llevárselos para siempre.
Eché a correr. Saqué mis manos de los bolsillos y empecé a moverme tan
rápido como pude. Respiraba por la boca, trataba de recobrar todo el aire que
contenían mis pulmones, pero cada vez me resultaba más difícil mantener el
nivel de oxígeno. De vez en cuando miraba hacia atrás con la esperanza de que
el olvido se hubiese cansado de correr tras de mí y se hubiese ido con su
maldito deseo de quitármelo todo.
En una de las veces que volví a mirar hacia adelante me choqué contra un
poste. Caí al suelo rota del dolor, no podía moverme. El suelo estaba helado,
pero no conseguía levantarme, me había roto algo. Levanté la vista y ahí estaba
él, mirándome muy fijamente, relamiéndose de gusto. Poco a poco comenzó a
absorberme todos y cada uno de mis recuerdos desde el día de mi nacimiento,
pasando por mi primer regalo de cumpleaños, mi primer beso, mi primera lágrima…
hasta llegar a ese preciso instante, no sin antes recordarme el momento que
estaba viviendo antes de quedarme dormida.
‘Luke…’, susurré. Pero mi miedo desapareció en cuanto recobré la cordura y
recordé que, efectivamente, me había quedado dormida y todo estaba siendo un
sueño. El olvido se había ido. Sin mis recuerdos. Ni mis momentos felices, o
tristes. Sin mis razones para sonreír.
Me di la vuelta en la cama y ahí estaba él. Mi entereza, mi fuerza. Me miró
y me tocó la frente. Por un momento se asustó. Estaba sudando a causa de la
pesadilla. Yo le miré fijamente. ‘Prométeme que no me dejarás sola nunca. Prométeme
que no me dejarás sola ni en sueños’. Él no entendió a lo que me refería, pero
asintió. ‘Te lo prometo’, dijo abrazándome fuerte.