Cierro
los ojos y se apaga el mundo. Correr hacia ti es mi mejor opción. Camino
deprisa hacia el ruido de los coches, fijando mi mirada en el horizonte naranja
de esta tarde de otoño. No me giro, no quiero darme la vuelta, no quiero volver
al sitio del que vengo. Quiero llegar, saber que estaré bien, tener la certeza
de que el dolor desaparece por siempre. Sigo caminando, despacio, un pie
detrás del otro, evitando caerme, mis últimas fuerzas cumplen su función en
este teatro llamado vida. Aquella vez se abrió el telón y te vi, hoy está abajo
y no queda esperanza. Tu imagen se forma delante de mí, en este puente que
parece estar maldito y que, conforme avanzo, se cae a pedazos tras de mí. El
silencio me grita desde dentro, la música deja de sonar, las mariposas se posan
en tu ombligo, la niebla se abre paso entre mis fantasmas, mis demonios, mi
pasado. Sólo tu saber perfumar mi futuro, llenarlo de colores vívidos y
despedidas que nos anhelan, sólo el sentido que tú dibujas en mis sueños, sólo
esta carretera que está quieta y me empuja, sólo el rayo de tus ojos, sólo…
Sólo querer morir en tus brazos y encontrarme contigo antes de mi último
aliento, sólo saber decir ‘te quiero’ con la mirada, sólo sentir la brisa
reírse de mis desgracias, sólo querer al destino cuando trata de ayudar. Abro
los ojos y se enciende el mundo. Y el sol, que hoy tenía la misión de volver a
brillar, se esconde ante tal desierto, ante tal sequía. Y mis ojos, en los que
cada día ves llover, quieren volverse a cerrar para olvidar, sentir, amar y
convertirme en todo lo que nunca fui.
22 de noviembre de 2015
6 de mayo de 2015
Twenty-six.
¿Sabes? Hoy me he dado
cuenta de una cosa. Y no sé, no sé qué pensar.
Hoy me he dado cuenta de
lo mucho que te sigo queriendo. Hoy he sentido cómo y cuánto echo de menos todo
aquello. He recordado cada uno de nuestros momentos, de cuando te miraba a los
ojos y me sentía bien, me hacías sentir bien. Hoy he recordado el tiempo en el
que me hacías feliz, el tiempo en el que estabas ahí para mí, para todo.
Hoy,
al verte sonreír, he sentido que todo era como antes. He sentido rabia y
nostalgia, he sentido cómo el cielo se caía al recordar que ya nada es así. Hoy me he dado cuenta de
cómo me gustaría que las cosas fuesen como lo eran antes. De cómo me gustaría
que me volvieses a decir cuánto significo para ti, cuánto me quieres, cómo de
importante soy.
Hoy he recordado esas locuras,
esas risas, esas conversaciones, esas miradas… Hoy he recordado la felicidad
que me regalaste durante tantos años y… no sé, no sé qué pensar.
Hoy me he dado cuenta de
cuánto te echo de menos… y no sabes cómo duele.
13 de febrero de 2015
Twenty-five.
¡Hey!
¿Cómo estás? Hace ya casi un año desde la última vez que te lo pregunté, ¿y
sabes qué? Creo que sé perfectamente cuál va a ser tu respuesta. No te
preocupes, no contestes, tu mirada triste me lo dice todo. Me he pasado mucho
tiempo de pie ante este espejo y en los últimos meses sólo he logrado llegar a
ver lo mismo, día tras día, y no sabes lo que me duele; tanto como a ti, lo sé.
Veo esa energía que antes rebosaba por tu cuerpo y que ahora se desvanece poco
a poco, a cada minuto un poquito más. No puedo evitar fijarme en esa fuerza que
no, aunque parezca increíble, ya no está, y que quizá nunca vuelva. Veo
sonrisas, y lágrimas, aunque las primeras sean falsas. En ellas veo reflejados
los motivos por los que las derramas, y créeme, no merece la pena. Sé que no
puedes evitar llorar y venirte abajo cuando ves cómo los demás consiguen llegar
a su meta y tú no eres capaz de acabar esa carrera. Durante todo ese tiempo
frente al espejo me juraste que jamás te rendirías, que seguirías caminando a
lo largo del camino, pisando fuerte, y con más fuerza que nunca. No puedo creer
que nos mintiéramos de tal forma. ¿Cómo has llegado a esto? ¿Cómo he podido
dejar que te derrumbases sin remedio? Si prometimos cuidarnos, si nos dijimos
que lo lograríamos. Llevo mucho tiempo esperando el momento en el que esa
fuerza regrese a ti, sólo así podré hacerme fuerte yo. Pero conforme pasaban
las horas más y más me daba cuenta de que eso no iba a pasar en un futuro
cercano. No he vuelto a hablarte hasta hoy porque pensaba que todo acabaría,
confiaba en ti, creía en ti. Pero me he dado cuenta de que no merece la pena
hacerlo por más tiempo. ¿Sabes? En el fondo me siento como tú, y tengo la
certeza de que tú lo sabes muy bien. Por un momento he pensado en dejarte
morir, tal vez no merecía la pena salvarte después de haber pasado por tanto,
tal vez era perder más el tiempo de lo que ya lo fue estar aquí, enfrente del
espejo, observándote cada mañana mientras te peinabas y cada noche mientras te
cepillabas los dientes. No he venido para ver más lágrimas, ni para seguir
viendo cómo te ahogas en tristeza, o en soledad. No he venido para ver cómo te
quedas sin fuerzas, ni para ver cómo esa desmotivación te desarma y te tira al
suelo para después obligarte a levantarte. He venido para recordarte que vale
la pena luchar. He venido para hacerte saber que todavía queda esperanza, que
lo mejor está por llegar. Estoy aquí para darte la mano y ayudarte a cruzar el
puente de las inseguridades. He vuelto, después de casi un año, a decirte que
después de la tormenta llega la calma, que a pesar de todo lo negro, siempre
podrás encontrar algún punto de luz blanca. Que a pesar de las veces que has
fallado, de las veces que has llorado, y de las veces que has querido dejarlo
todo atrás, siempre encontrarás una razón para seguir caminando. Estoy aquí
para recordarte que la motivación que llevas buscando durante tanto tiempo está
ahí, en lo más profundo de tus pensamientos, y que siempre estuvo ahí, nunca se
fue. ¿Recuerdas cuándo la conseguiste, la alegría que invadió nuestras vidas?
¿Recuerdas cuando las cosas iban tan bien que parecía incluso un sueño? Todo
eso puede volver. Pero sólo si tú quieres. Es un momento complicado, lo
sabemos, y está doliendo como nunca. Pero, ¿por qué no volver a esa libertad, a
esa alegría que duraba las veinticuatro horas del día, a esas sonrisas que eran
completamente de verdad? ¿Por qué no volver a esa felicidad y a esos días en
los que te juraste que las cosas habían cambiado? ¿Por qué no volver a dar un
giro y cambiar lo negro por luces blancas que nos guíen? … ¿Quién dijo
desmotivación? A partir de ahora diremos fuerza.
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